Aún recuerdo el momento en el que mi mente comenzó ha crear lugares y personajes. Fue tan repentino como inesperado, pues a partir de dos personajes comencé ha crear los territorios por los que caminarían, los entrañables personajes que les conocerían y la historia que vivirían.
Eran las 13:00 horas de un soleado sábado de finales de Julio.
Un libro nacería de improvisto aquella mañana.
Yo me encontraba tumbado en el sofá de mi casa, esperando a que la hora de almorzar llegara.
Y para eso faltaba aun una hora.
Una fresca brisa entraba por la ventana, haciendo que unas sencillas pero bellas cortinas algo transparentes, se ondularan una y otra vez. Mi cabeza estaba apoyada cerca de la ventana y, cada vez que el viento movía las cortinas, el ondulado extremo de estas, sobrevolaba mi cabeza.
Era un placer dosificado: cuando las cortinas sobrevolaban mi cabeza, el aire fresco calmaba mi calor.
Con estas ideales condiciones mi mente comenzó a relajarse más y más. Entonces me pregunté: ¿qué leeré cuando la célebre saga Harry Potter termine? Esa pregunta me había rondado desde que anunciaron la salida en venta del último libro. Tras leer la increíble saga de El Señor de los Anillos me quedé con ganas de más, entonces comencé a leer Harry Potter. Y ahora, al igual que entonces, una saga de aventuras fantásticas terminará para mí.
Entonces me hice esta pregunta:
¿Por qué no escribo un libro que contenga unas aventuras a mi medida?
Ahí comenzó todo lo que ahora me sucede.
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